Fruto Prohibido
- Olga Micha
- 21 feb
- 4 Min. de lectura

Estaba en mi caminata cotidiana en el parque, era un día despejado con una que otra nube esponjosa flotando en el cielo. Escuchaba música, Never tear us apart, de INXS. Nunca salgo a caminar sin mis audífonos, pienso que es rico ponerle música de fondo a los momentos. El escenario adquiere más vida, otro sentido, las escenas cotidianas comienzan a parecer escenas de películas, los perros, los pajaritos, hasta las hojas de los árboles de pronto se mueven con un ritmo que no se alcanzaría a percibir sin esa música de fondo. Justo en la parte del saxofón, el panorama se puso interesante.
Acabó la canción y, aunque estuve tentada a dejar que comenzara la siguiente, decidí que mejor iba a escuchar algún podcast cultural. No estaba con humor de oír nada acerca de negocios, ni de salud, ni de cómo ganar seguidores o no fracasar en el amor. Dudé entre Grandes Infelices —un podcast buenísimo que habla de autores literarios depresivos— y uno sobre cábala. Ambos siempre me dan algo práctico para el día a día. Al final, elegí uno titulado El mal en la cábala, que me interesó por su nombre. El mal siempre está en todos lados, ha sido parte fundamental de todas las corrientes tanto religiosas, filosóficas, literarias como psicológicas, sociológicas e incluso artísticas. El mal es, sin duda, uno de los protagonistas del universo.
Le di play. Mario, el entrevistado y experto en cábala, empezó a relatar la historia del Jardín del Edén. Ya sabemos cómo va… según el Génesis, el mal entró al mundo cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios. Nada nuevo. Pero entonces soltó un detalle que me voló la cabeza, resulta que al parecer, el fruto prohibido no era una manzana. ¡ja, ja, ja!, repito ¡No era una manzana!
Osea, llevo cuarenta y un años creyendo que el pecado original tuvo sabor a manzana y resulta que no. Según Mario, lo que Adán y Eva consumieron no fue una fruta cualquiera, sino una planta de vid. O, para ser más exactos, una copa de vino.
Así que, en esta versión alternativa (pero igual de absurda), la serpiente —o más bien, el serpiente, porque en hebreo es masculina— no tentó a Eva con una fruta, sino con una borrachera. Y según Mario, esa fue la verdadera caída de la humanidad… Una peda legendaria.
No quedé satisfecha con la información, así que un rato después abrí el libro del Génesis en el capítulo uno para confirmar si lo que decía Mario era verdad.
El primer párrafo que habla del asunto dice lo siguiente,
Entonces el Eterno Dios hizo brotar de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para el alimento, y el Árbol de la vida en medio del jardín, y el Árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo.
En otro párrafo,
El Eterno Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo trabajase y lo preservase. Y el Eterno Dios ordenó al hombre, diciendo: “De todo árbol del jardín ciertamente comerás, pero del árbol del conocimiento de lo Bueno y lo Malo no comerás, pues el día en que comas de él ciertamente morirás.”
Luego llega Eva y la serpiente le dice,
“Ciertamente no morirán. Pues Dios sabe que en el día que coman de él los ojos de ustedes se abrirán y serán como Dios, conocedores de lo bueno y lo malo”.
La mujer vio que el árbol era bueno como alimento y que era una delicia para los ojos, y que el árbol era codiciable para discernir, así que tomó de su fruto y comió…
Y ya sabemos lo que pasa después...
¡Pero en ningún lado dice que el fruto que Eva comió fue una manzana! No tenemos idea de qué fruto se habla. ¡Y qué mentada de madre!
Para empezar, pobre manzana. O suertuda, no lo sé... Pero su destino cambió completamente por culpa de una invención. La única explicación que encontré fue que probablemente surgió por un juego de palabras, ya que malum en latín significa manzana, pero también significa mal. Pensé en los chismes, alguien entendió lo que quiso, lo platicó con convicción y se fue haciendo una cadenita hasta que el consenso convirtió la mentira en realidad. (Muy común, de hecho).
Entonces me imaginé un mundo sin la simbología de la manzana. Sin la tentación de Blancanieves, sin la gravedad de Newton, sin la discordia que desató la guerra de Troya. Sin la flecha de Guillermo Tell, sin la mordida de Steve Jobs, sin todas esas historias donde una simple fruta carga con significados enormes.
La manzana, de hecho, tiene una estrella en el centro. Ahí entre los huesitos… La misma estrella de cinco picos que los pitagóricos consideraban símbolo de la proporción divina y de la perfección. Curioso, ¿no?, que una fruta con semejante marca haya terminado representando la caída de la humanidad.
Supongo que las cosas más importantes siempre están en los detalles.
Y ahora que lo pienso... ¿Puede alguien imaginar a Eva mordiendo una manzana verde?... ¡No lo creo!, si esa manzana existió, tenía que ser roja, brillante, perfecta. Ahora que, si estamos hablando de un vino… obvio que era un tinto, yo diría que un Cabernet.
Pero bueno…, después de tanto cuento, terminé el podcast pensando que si la expulsión del paraíso fue culpa de una manzana, de un racimo de uvas o de una copa de vino, da igual. Lo único que nos queda es hacer lo que siempre hemos hecho, crear historias con las historias. Usar los símbolos para reír, para creer, para inventar. Porque, al fin y al cabo, como bien decía Carlos Castañeda, la vida no es más que es una historia que nos contamos a nosotros mismos.
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